Escribir sobre los grandes y recientes incendios forestales en el amazonas central entre Bolivia y Brasil, requería de un tiempo prudente para considerar el efecto complejo de un desastre de tan gran magnitud, el cual no se limita a la inmensa combustión de biomasa y los consecuentes incrementos de gases contaminantes en la atmósfera, sino que se proyecta en la irremediable pérdida de recursos compartidos y el beneficio que los mismos aportaban a todo el planeta.

Si algo ha dejado en claro el manejo del desastre representado por los incendios en la amazonia central es la prevalencia del carácter reactivo sobre el preventivo en la implementación de acciones de respuesta; de una respuesta sub-dimensionada y armada prácticamente de voluntad espontánea pero sin herramientas ni coordinación; de la irresponsable toma de decisiones divorciada de un análisis de los impactos ambientales de las intervenciones sobre áreas sensibles; del mantenimiento de prácticas insostenibles y totalmente nocivas  como el chaqueo* por parte de sectores de la comunidad,  que son justificadas por ser parte de un “acervo cultural ancestral”; de la falta de compromiso de los estados en asumir acciones correctivas necesarias que implican altos costos políticos; y mientras todo lo descrito se desarrolla, la selva amazónica arde.

Un singular aspecto presente en tragedias como las referidas, es la abrumadora insensibilidad pública, que ve en estos hechos sucesos aislados, ajenos a su interés y al espacio físico en el que hacen su vida, que incluso, dan pie a un ánimo “odiador” ante quien compartía información sobre los incendios ante la falta de cobertura mediática necesaria para una mayor presión ante los tomadores de decisiones. Tal vez el incremento de dióxido de carbono en el aire no solo degrada la calidad de esta mezcla de gases necesaria para la vida, sino que intoxica la racionalidad de la opinión pública.

El registro de la ocurrencia de incendios forestales en el amazonas central en la región amazónica compartida entre Bolivia y Brasil sobrepasa los 80.000, la cifra de hectáreas consumidas por el fuego aumenta a diario, el número de especies vegetales y animales que han perecido solo puede estimarse en aproximaciones que seguramente se quedan cortas, en lo que ha sido el más duro golpe a la biodiversidad sudamericana y el mayor agente intensificador de los procesos de degradación ambiental regional.

Nuestras selvas no solo son nuestros almacenes de carbono, también son la fuente de recursos que administrados racionalmente permiten mejorar la calidad de vida no solo del hombre, sino de millones de especies que cohabitan en las regiones perimetrales a las mismas, es un daño tan desproporcionado el que ha ocurrido que difícilmente podríamos ponerle un precio, pero que sin duda, todas las generaciones (aun las no nacidas) tendrán que pagar. Tal vez entre las especies desconocidas de la selva existió aquella planta con propiedades curativas que hasta podría vencer al cáncer u otras enfermedades, o especies endémicas que desaparecieron sin siquiera haber conocidas, pero difícilmente podremos saberlo ya.

Incendios forestales en la región amazónica central vistos desde el espacio. Foto: NASA-EOSDIS.

Nos queda entender, que el fuego inició por la mezcla de muchos de los actores descritos líneas arriba, y entender, que estos mismos actores siguen presentes en la cotidianidad, que si deseamos evitar desastres como el ocurrido, necesariamente debemos implementar acciones que ya de por sí son tardías, pero siguen siendo requeridas, porque parte del problema fue la respuesta demorada de en quienes se delegó la responsabilidad de administración y defensa territorial, pues no es igual combatir una llama incipiente en su inicio, que un insaciable monstruo de fuego como el que ha devastado la selva chiquitana.

Incendio en el amazonas central brasileño. Foto: Ricardo Moraes, Reuters.

La última reflexión que consideramos importante compartir es: que debe asimilarse que la gestión de riesgos es parte de la gestión ambiental, y esta lo es de la gestión política, siendo esta última la que define el modelo de desarrollo que las naciones y sus pueblos se fijan seguir, lo que implica que a muchos niveles se comparte la responsabilidad sobre la construcción de desastres como el incendio amazónico, incendio tan preocupante como los ocurridos en otras latitudes, y que en este caso, como en otros, pudo evitarse, porque si un desastre es evitable sobre muchos son justamente los incendios forestales, pues la mayoría de ellos, son provocados.

 

*El chaqueo o quema de pastizales son prácticas ancestrales y tradicionales en el territorio boliviano que reciben otras denominaciones en el resto de Latinoamérica, cuyo objeto es el avance de la frontera agrícola.