En el año 2018 realizamos una investigación titulada “Identificación de procesos asociados a la generación de flujos de detritos en Tiquipaya” a raíz de los desastres producidos en esa región del departamento de Cochabamba en Bolivia durante el mes de febrero de 2018, este trabajo fue presentado en el Congreso Geológico de Chile del 2018 y en el Foro Internacional de Gestión de Riesgos de Desastres celebrado en Ecuador en noviembre de 2019, en el cual se analizaban las condiciones ambientales y los procesos antropogénicos que incidían negativamente sobre el Parque Nacional Tunari.

Entre estas condiciones y procesos se incluían el aumento de la presión urbana en los límites del parque, la elevación del número de incendios al año, la reducción de áreas boscosas, la intensificación de procesos erosivos y extractivos, la generación de diques naturales, la ocupación de áreas naturales de inundación y el aumento extraordinario de la pluviosidad.

El Parque Nacional Tunari sufre una elevada presión urbana en la que nuevas ocupaciones se instalan en sitios donde se localizan abanicos aluviales (flechas azules), constituyendo una situación de riesgo debido al continuo aporte de material en estas zonas. Parte del trabajo de investigación realizado por Sobreriesgos.

Desafortunadamente, los mismos procesos que se señalaron en ese trabajo se mantienen presentes, y en muy breve lapso han contribuido en la materialización de un nuevo desastre, el cual ocurre en el mismo mes a dos años de la pasada tragedia, y que en el registro histórico incluido en la investigación citada ya reflejaba eventos similares en los años 2013, 2015, 2016 y 2017, además del abordado en el trabajo del 2018. En esta última ocasión, la zona más afectada fue Molle Molle Noreste, en el distrito 5 de Tiquipaya (foto del encabezado cortesía del Ing. David Suntura).

Efecto de los flujos de detritos producidos en el 2020. Fuente. diario La Razón.

Ante una frecuencia tan elevada es más que necesario cuestionarse, es ¿si la población que reside en las zonas afectadas percibe adecuadamente los riesgos ambientales?, ¿las gestiones gubernamentales municipales y departamentales han gestionado la problemática de manera correcta?, ¿cuántas veces deben repetirse estos eventos para que se trabaje en la prevención de los desastres?

Es claro que este es un escenario complejo en el que se ha reincidido en una conducta reactiva sobre la preventiva, y que no se han corregido de fondo las causas por lo cual las consecuencias son muy similares, por lo que los errores se siguen repitiendo. Pero lo que más habría que lamentar es que los recursos invertidos en tareas para la recuperación como son la remoción de fango, la reparación de vías y torrenteras, la atención a damnificados y la reparación de viviendas, ha podido invertirse en mantener los cauces limpios, reforestar las áreas verdes, construir represas para control de sedimentos, capacitar a la población e implementar sistemas de alerta temprana, en general, en prevención, lo cual además de ser más redituable también protege a la población y reduce los gastos en acciones reactivas.

*Agradecimiento especial por el registro fotográfico y datos al Ing. David Suntura.